A pocas horas de que se vaya este año, y esperando a que sucedan cosas que jamás sucederán, intento hacer un recuento de lo que fue este año. Y entre un tumulto de sensaciones, recuerdos, que dejan tras de si una especie de escalofrió que nos acaricia la espalda, me doy cuenta que este año fue uno de esos años fatales y extraños, pero que sin embargo suelen dejarnos con la certidumbre que serán uno de esos años que terminaran clavándose como una aguja envenenada en nuestros recuerdos.
Sería absurdo intentar recordar cada movimiento de los nuevos rostros que encontré y que por cierto tiempo se volvieron familiares, las pizarras arruinadas, los viernes inundados por cerveza y extraños brindis con el vacío. Aquellas tardes que solo terminaban por la mañana siguiente, y ciertos pasos que se alejaron de una manera tan vertiginosa, cuya única sensación que nos dejó, fue la de la tristeza.
Y no hablar de fútbol, que junto a la política, indudablemente es una de las causas de esta tristeza. Este año que bien podría ser el año de las decepciones, y cuyos únicos logros nos lo trajo el tenis y la cocina, y un solo empate contra la selección Argentina. Y que solo a estas alturas de la vida, le doy la razón a Lalo Reyme, ya que indudablemente ver un partido de la selección peruana, es jugar a la ruleta rusa con nuestros sentimientos. En este hermoso país que tiene tantas cosas por las cuales sentirnos afortunados y que ayudado por ciertos personajes políticos y sondeos de analistas económicos, las cumbres y la teletón, nos convencen de ello. Pero dicha fantasía se ve lapidada con tan solo acercarse a los puestos de periódicos, prender la televisión, todo nos convence de que este país se va directamente al carajo.
Pero claro, no todas las cosas han sido malas, seria demasiado mezquino decir que así fue. Sin embargo supongo que lo extraño de este país, es que ambas suceden casi al mismo tiempo, y de manera tan vertiginosa, como si toda aquella filosofía de polaridad se diera en este lugar. Acabé la universidad, realicé la ayudantita de cátedra, pero no me dieron el certificado, fui asaltado por primera vez, recupere viejos amigos, perdí unos otros, me inundaron ciertos sentimientos inefables desvelados en un mueble, me atacó la incertidumbre que deja cierta ausencia.
Y todo parece volver a repetirse, como si lo que dijera Galeano con respecto a la historia como un profeta ciego fuera cierto. Con la sensación de que el próximo año que viene muchas otras cosas sucederán, entre las cotidianas y las extraordinarias, mezcladas ambas, intentando ahogarse mutuamente, con personas que seguramente se irán montadas en un paro cardiaco, otras socavando las almas de conductores ebrios, algunos tal vez solo machándose, como quien simplemente se marchar hacia el olvido; y todo, absolutamente todo seguirá el curso normal de la vida, un año mas, que no es más que un año menos, los juegos, las pérdidas, las personas, todos expectantes de que caigan los dados lanzados por una mano invisible que pareciera divertirse con cada derrota propia.
¡Feliz año!
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Réquiem por un año que se nos va
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