martes, 24 de febrero de 2009

Las cuitas del joven Wether


El suicidio como transgresión romántica en:

Las cuitas del joven Werther


Por:


Paul Asto Valdez



Introducción


El subjetivismo, libertad del Yo, la evasión del mundo cotidiano, ya sea en viajes o en el peor de los caso a través de la muerte, la naturaleza, la historia son características del romanticismo europeo. Sin embargo, uno de los puntos más interesantes, o al menos uno de los que más calaron hondo, fue el de la muerte. Pero entenderla como una evasión de la realidad cuando ésta se hace insoportable, sería restarle cierta importancia, sobre todo porque ella en sí misma no es un elemento claramente romántico, ya que es la forma, la manera, el medio en como se llega a ella, la que sin lugar a dudas la hace romántica. En la Alemania de 1770, durante el pre-romanticismo, los nobles de la ilustración convivían con los escritores. Goethe, al igual que Schiller, formaba parte de un movimiento reivindicador del genio, llamado: Sturm und Drang. Éste se genera a partir de la preocupación por el hombre y el papel que le toca desempeñar en el mundo. La rebelión del Sturm und Drang se alzaba contra la estrechez de la vida político--social y contra los factores normativos. Siendo influenciados en gran medida, por el pensamiento de Rousseau y Lessing.


Así, cuando Goethe escribe Las cuitas del joven Werther el suicidio más célebre de la historia de la literatura alemana, produjo un eco delirante ya que era la expresión artística perfecta de las ansías del Sturm und Drang. El Werther de Goethe muestra el estado patológico que amenaza a los jóvenes del subjetivismo. Hay, al menos, tres elementos configurando esta obra: el discurso amo (representado por la nobleza que se adueñaba del saber), el subjetivismo extremo (marcado por Goethe en las vicisitudes de la decepción amorosa) y el suicidio. Es esta última categoría, la que nos preocuparemos en abordar: el suicidio como una transgresión estética de los clásicos al romanticismo, específicamente en: Las cuitas del joven Werther de J. W. Goethe.


¿Sin embargo, hasta que punto es el suicidio el verdadero elemento transgresor en “Las cuitas del joven Werther”? Nuestra postura es que efectivamente, podemos encontrar características propias de un romanticismo temprano en la obra ya mencionada de Goethe, como el subejitivismo, el culto al Yo, la naturaleza y la clara influencia en el sujeto romántico, la crítica social, la libertad; pero también creemos que todas estas características aún se encuentran atadas hacia la razón en Goethe y en la obra misma. No olvidemos que existen muchas contradicciones con respecto al romanticismo de Goethe o a un clasicismo más representativo. Sin embargo este artículo no pretende abordar dichas contradicciones, simplemente tomaremos una postura, que es la misma que Palo Di Angelo desarrolla en su libro: La estética del romanticismo el cual no considera a Goethe como romántico1. Es por eso, y siguiendo la postura que en realidad solo intenta ubicar o en este caso, sacar a Goethe, es que nosotros creemos que el verdadero elemento transgresor romántico de Las cuitas del joven Werther es el suicidio.


Por lo que nuestra propuesta es la siguiente: El suicidio como una transgresión polidimensional en Las cuitas del joven Werther. El plan metodológico que se aplicará, será una breve descripción social, religiosa, cultural, del suicidio a través de la historia, para así poder entender la verdadera dimensión transgresora de la novela de Goethe. Además, la segunda parte del trabajo será la demostración de la transgresión polidimensional de la obra, y en cierta medida para poder entender el suicidio como tal, aplicaremos categorías Lacaneanas como: la teoría del objeto del deseo: Teoría del objeto del deseo: El deseo del sujeto es el deseo del deseo del otro (Lacan, J. 1949). Para el psicoanálisis estructural el sujeto se constituye en el lugar del otro. Nadie puede engendrarse a sí mismo. Teoría del odio al objeto: La experiencia temprana de amor y odio con la figura materna se encuentran arbitrariamente equilibradas según el azar y las vicisitudes del primer año de la vida. El disponer de una madre con capacidad de tolerar su propia angustia y tolerar la angustia del bebé (función reverie materna), ayuda al predominio de las experiencias de satisfacción. Así, el objeto de amor predomina sobre el objeto de odio. Cuando las cosas ocurren a la inversa, va a predominar el objeto de odio, lo cual va a dificultar la relación con el otro y a influir negativamente en el desarrollo de ese sujeto. Teoría de la castración imaginaria: Cuando aparece un factor desencadenante de fracaso en la vida actual (sea este un fracaso amoroso, académico o económico/financiero), este fracaso actualiza la intensidad antigua del vínculo de odio y de la desesperanza. Si el estado mental es primitivo, y uno como analista, se da cuenta de los mecanismos mentales primitivos que están presentes en ese momento, entonces la peligrosidad suicida es alta.




Primera Parte


La conducta suicida. Dimensión histórica


En el Antiguo Egipto los partidarios del suicidio llegaban incluso a agruparse en asociaciones cuyos miembros buscaban las medidas más agradables para morir. Los suicidios colectivos parecen haber sido un hecho frecuente a través de la historia. Plutarco nos relata una “epidemia suicida” acaecida entre las jóvenes de Mileto y como se consiguió acabar con ella al someter a los cadáveres a la vergüenza pública.


En la India, y bajo la influencia del brahamanismo, los sabios, en su búsqueda del nirvana se suicidaban frecuentemente en el transcurso de las fiestas religiosas. El budismo no reconoce un alma independiente, sino un alma-cuerpo interdependiente. Todo se rige por la ley del Karma, por lo tanto, todo es consecuencia del Karma pasado. El objetivo es el Nirvana o estado mental de paz completa.


En la Grecia clásica, el suicidio fue un hecho común entre los filósofos. Así, Anaxágoras tras ser injustamente encarcelado cometió suicidio. Su discípulo Sócrates bebió serenamente la cicuta tras haber sido condenado a muerte. Metrocles, que estando un día en una lección, se le escapó una ventosidad involuntariamente y tanto fue el rubor y pena que de ello le sobrevino, que se encerró en su cuarto con ánimo de dejarse morir de hambre.


En Roma, el suicidio de esclavos era frecuente, pero estaba prohibido. En los pueblos bárbaros el suicidio tampoco parece ser un fenómeno extraño: Los españoles son a menudo descritos como despreciadores de la vida dispuesto a morir antes que dejarse cautivar (Sagunto, Numancia etc). El estoicismo es la única concepción filosófica verdaderamente favorable al suicidio, aunque es considerado odioso y vil cuando la familia del suicida o la sociedad sufrirá por ello cuando el hombre es transportado por una aversión irracional e inmoderada: la Libidio moriendi, o “el loco deseo de muerte”. En Atenas, si una persona antes de herirse pedía al Senado que se lo autorizase, haciendo valer las razones que le hacían la vida intolerable, y su demanda era atendida favorablemente, el suicidio era considerado como un acto legítimo.


El Islamismo condena de forma explícita el suicidio. Mahoma dijo “El hombre no muere sino por voluntad de Dios...”por lo tanto se vería como un acto de insubordinación, rebeldía o pecado.


Con la posesión diabólica con que se relacionaba al suicidio en otras épocas. Con estas opiniones se empieza a crear la idea de dividir el mundo religioso y la enfermedad mental. Hasta el siglo XVIII la legislación civil de casi todos los países conminaba el suicidio con las más graves y deshonrosas penas, que casi siempre alcanzaban a los familiares del suicida. En la Francia del Siglo XVII sigue la tradición represiva contra los suicidios, aunque reconoce que el suicidio podrá ser cometido por personas que no gozan plenamente de sus facultades mentales, usando el concepto de “irresponsabilidad”. Con todo esto, ya se está hablando de aspectos patológicos y se empieza a insinuar que el suicidio estaría dentro del campo de la patología. En general, a excepción de los países anglosajones, se crea una “tradición latina” que deja de considerar el suicidio como un delito2.


El suicidio se va a convertir en un concepto que estará entre los límites de lo normal y lo patológico, al igual que antes estaba entre lo natural y lo sobrenatural. Con esto empieza un debate que no termina entre el suicidio normal y el suicidio patológico. Esquirol3 divide a los suicidas en tres categorías:


El provocado por las pasiones.


El producido por una enfermedad mental.


El provocado por el tedio de vivir. (Rodríguez 2003: 125)


Con la llegada de la modernidad, es cuando se abre una vertiente a tratar los suicidios de manera médica, catalogándolos de patológicos. Mostrando una dualidad entre los ámbitos religiosos y médicos. Con el advenimiento del Romanticismo el suicidio pierde parte de su carácter peyorativo, se producen ciertas epidemias que atrapan también a algunos de sus principales protagonistas. Ortega lo denominó “mal del siglo”. El Werther de Goethe fue considerado como el principal responsable de estas epidemias entre los suicidios románticos. La pieza musical “Triste Domingo” de Rezso Seress también provocó una oleada de suicidios durante el romanticismo. Los suicidios por honor y, sobre todo por amor, ya elogiados en la antigüedad por Virgilio se hacen muy frecuentes al estilo de Otelo o de Romeo y Julieta de Shakespeare; o al de la Celestina, de Fernando De Rojas.






Segunda Parte


Bien es cierto que, como ya lo mencionábamos en la introducción, Las cuita del joven Werther tiene elementos románticos, pero todavía estos se ven mezclados con características clásicas de distinta índole. Intentaremos hacer alusión a algunos de estos elementos clásicos para poder comprender en detalle, la transgresión que provoca el suicidio de Werther. Las cartas que Werther envía a su amigo Guillermo inician el 4 de Mayo de 1771. En las tres primeras cartas aborda el poder que la naturaleza ejerce en él, pero en la carta fechada como 13 de Mayo, Werther haciendo alusión de que no necesitaba sus libros, con excepción de uno solo:




Sólo echaba de menos un canto que me arrullase, y he encontrado en mi Homero cuanto puedo apetecer. ¡Cuantas veces templo con sus versos el hervor de mi sangre! Porque tú no conoces nada más desigual ni más variable que mi corazón. (1969:25)




Homero, poeta clásico que será recurrente en Werther a lo largo de sus cartas. Hasta cierto punto es interesante ver que un movimiento tan subversivo como el Sturm und Drang, desde el punto de vista estético, pueda concebir a Homero como el único canto que necesita de todos sus libros. Las cartas que seguirán hasta la aparición de Carlota que es el 16 de Junio, abundan en descripciones de la naturaleza, del pueblo, y todo aquello bajo elementos románticos, como la crítica social, y un elementos que no a sido tocado muy a menudo, que es la de los niños. Lo interesante de estas cartas, es que gozan de una descripción, que a diferencia de cuando aparece Carlota, son acogedoras. La naturaleza es un remanso, un anticipo al paraíso que le permite incluso reflexionar sobre la estética poética: “Lo que te dije el otro día sobre la pintura es aplicable a la poesía: basta con conocer lo que es bello y atreverse a expresarlo. En verdad, no se puede decir más en menos palabras”. No se puede negar que los elementos románticos, que los sentimientos existen en Werther, pero también estos aun se encuentran atados a la razón, a lo clásico que aparecen fugazmente como si los sentimientos fueran un cometa y la razón la mano que contrae el pabilo para que este no se marche por los aires.


Un ejemplo de cómo los sentimientos aun se encuentran de alguna manera atados por la razón, es la carta fechada como: 8 de Mayo:




Me he encontrado hoy con mi Diario entre las manos, del que apenas me ocupo hace tiempo, y noto con estupefacción el modo que he tenido de avanzar a sabiendas, paso a paso, en este negocio, conduciéndome como un muchacho, a pesar de haber visto siempre con claridad mi situación. Hoy mismo la veo clara como la luz, y sin embargo, no hay un solo síntoma de alivio. (1969: 67)




Como podemos percatarnos, y volviendo haciendo alusión a la metáfora del cometa, como sentimiento y la razón como la mano que contrae dicho cometa, encontramos el conflicto, pues a pesar de que la razón le permite observar su verdadera situación, esta no le trae ningún síntoma de alivio.


Pero con respecto a los clásicos, como ya se mencionó, Homero es el más recurrente. Sin embargo podemos observar con respecto a como Werther toma a Ulises, y lo engarza dentro de una característica romántica como es la naturaleza. En la carta fechada como 9 de Mayo: “Cuando Ulises habla de la mar inmensa y de la tierra infinita, su lenguaje es verdadero, humano, intimo, sorprendente y misterioso” (1969: 106). Este punto nos permite observar parte de la dificultad de intentar encasillar a Goethe dentro de un movimiento, aunque al leer sobre su vida, nos damos cuenta de que tal vez Goethe sea un genio que escapó a su tiempo, y sobre todo a esa absurda manía de intentar encasillar a los escritores en un movimiento determinado. Palo D’Angelo en la introducción de su libro: La estética del romanticismo hace referencia a Stendhal de la siguiente manera: “Los artículos de Stendhal son un manifiesto polémico para una literatura actual; en ellos lo romántico no es más que aquello que caracteriza al tiempo presente, mientras que lo clásico es lo que caracteriza al pasado” (D’Angelo 1999: 34).


La idea de intentar encasillar a Goethe, hasta este momento, nos ayuda a comprender los elementos clásicos que se encuentra en un joven Goethe que a diferencia de otros románticos contemporáneos, no abandona por completo los elementos clásicos. Por lo que nos es imposible no volver a mencionar la imagen de la cometa, que vendría a representar a las pasiones, y la mano que contrae el pabilo para que la cometa no se pierda por los aires. Es por eso que en la tercera parte de este trabajo, intentaremos demostrar que es el suicidio la ruptura de aquella tensión.




Tercera Parte


Nuestra propuesta con respecto al suicidio como el verdadero elemento transgresor en Werther estaría carente de fundamentos, si es que no intentáramos un acercamiento al personaje principal, sobre todo en lo referente a categorías psicoanalíticas, ya mencionadas en la introducción del ensayo. Una primera categoría seria la teoría del objeto del deseo. Para Lacan el deseo del sujeto es el deseo del deseo del otro (Lacan, J. 1949). Para el psicoanálisis estructural el sujeto se constituye en el lugar del otro. Nadie puede engendrarse a sí mismo. La madre desea a su hijo (o lo odia) aún antes de este nacer. En metáfora, se puede decir que el niño pre/existe a su propio nacimiento. Por lo tanto, desde sus inicios el sujeto es producto del deseo del otro y desea ser el deseo del otro. El sujeto (siempre en falta) desea ser amado por ese otro. A veces cree haberlo logrado y exclama convencido/a ser amado/a por un otro. Pero esto no es más que una ficción o si se quiere, una ficción verdadera. En la temprana infancia, el amar al objeto y creerse amado por este, produce amor hacia si-mismo y alta autoestima. Cuando esto no ocurre así, debido a diversas razones en la historia infantil del sujeto, va a desaparecer el deseo de ser, el deseo del otro. Se instala la desesperanza y por esta vía, se instala en forma pasiva, el deseo de no/vivir. Realmente se trata de una indiferencia a vivir o morir. La muerte no se busca, pero si llega, es bienvenida.


Si tomamos en cuenta que el deseo del sujeto es el deseo del deseo del otro, estaríamos estableciendo que Carlota es quien finalmente pone en aquella posición a Werther. La carta titulada como 8 de enero de 1772 lo comprueba de alguna manera: “Yo creo que aquél cuyo ingenio domina al de los demás, y por su carácter y su destreza convierte las fuerzas y las pasiones ajenas en instrumentos de sus deseos” (94). Sin lugar a dudas existe una relación de poder, que se da en el caso de las relaciones que mantienen los protagonistas. Y como sostenemos, que el amar al objeto y creerse amado por este, produce amor hacia si-mismo y alta autoestima. La novela esta plagada de cartas sobre esa autoestima, que sube y baja constantemente como si se tratara de un termómetro que mide la fiebre, que de hecho lo es, que sufre Werther, pero también sabemos que cuando esto no ocurre así, va a desaparecer el deseo de ser, el deseo del otro. Se instala la desesperanza y por esta vía, se instala en forma pasiva, el deseo de no/vivir. Realmente se trata de una indiferencia a vivir o morir. La muerte no se busca, pero si llega, es bienvenida.


Esta tentativa se presenta constantemente: “¡Ah!, más de cien veces he cogido un cuchillo para acabar con la asfixia que me ahoga… Muchas veces me encuentro en este caso: querría abrirme una vena que me proporcionase la libertad eterna” (103). A medida que avanza las relaciones, se va presentando el deseo de muerte, pero a través del acto suicida, como único remedio para escapara a la situación. No olvidemos que antes de llegar a aquella tentativa, el protagonista se marcha de viaje, en un intento por olvidar a Carlota, pero esta huida no logra cumplir su cometido, por lo que finalmente termina volviendo a su lado.


La situación en la que se encuentra Werther modificará hasta cierto punto las perspectivas con respecto a Carlota. En una de las citas mencionadas en la segunda parte de este ensayo, mencionábamos que el protagonista era conciente de su situación, pero que esta no la reconfortaba. Por lo que comenzará a desarrollar el odio al objeto de deseo, en donde el odio al otro, se convierte en -el otro me odia a mi (mecanismo inconsciente de proyección). Luego la identificación con lo proyectado, termina en -me odio a mi mismo. La muerte circula y el deseo homicida se convierte en deseo suicida y termina con la clara idea de: -el otro desea mi muerte. Como el lector sabrá, que Alberto vendría a representar dicha traba para la felicidad de Werther, pero esto solo es cierto en cierta medida, pero eso lo abordaremos más adelante. Lo que nos interesa de Alberto es que este vendrá a representar la razón, al menos aparentemente, cuando intente disuadir al protagonista sobre los juicios que este tiene en tan estima, con respecto al suicidio.




Tú me concederás —dijo Werther— que ciertas acciones serán siempre crímenes, sea el que quiera el motivo que las produzca…—¡Siempre extravagante! —Dijo Alberto—. Todo lo exageras, y esta vez llevas la humorada hasta el extremo de comparar con las grandes acciones el suicidio, que es de lo que se trata, y que sólo debe mirarse como una debilidad del hombre; porque, indudablemente, es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras (69-72).



De estas conversaciones Werther llegará a la conclusión de que para que los tres puedan ser felices, uno de ellos debe morir, y al no ser capaz de matar a Carlota, ni de matar a Alberto, por no causarle un dolor innecesario a Carlota, comenzara la tentativa de la muerte, como único remedio para la felicidad. Sin embargo este deseo, finalmente estará reflejado en él mismo. No podemos decir que Werther es conciente de aquellos juicios, pero implícitamente sabe que Carlota desea su muerte, pues solo casi al finalizar las cartas, él será conciente de que ese dolor, pero a la vez amor que siente por Carlota, no sería el mismo si no fuera por el dolor que siente, y hasta cierto punto, agradece que sea así. Slavoj Žižek, tomando el concepto desarrollado por Lacan sobre la angustia, dice:




No hay angustia cuando falta el objeto causa del deseo; no es la falta del objeto lo que da origen a la angustia sino, por el contrario, el peligro de que nos acerquemos demasiado al objeto y de este modo perdamos la falta misma. La angustia es provocada por la desaparición del deseo (Žižek Paidós :24).




Sin lugar a dudas, y parafraseando a Žižek, es muy probable que Werther haya leído a Lacan.


Finalmente, para poder entender el acto suicida en Werther, tomaremos en cuenta la castración imaginaria: que es cuando aparece un factor desencadenante de fracaso en la vida actual (sea este un fracaso amoroso, académico o económico/financiero), este fracaso actualiza la intensidad antigua del vínculo de odio y de la desesperanza.



Un extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí. Me encontraba allá con los brazos extendidos hacia el abismo, acariciando la idea de arrojarme en él. Sí, arrojarme y sepultar conmigo en su fondo mis dolores y sufrimientos (141).




Esta depresión fundada en el inconciente del protagonista lo llevará hasta el desenlace que todos conocemos. Este desenlace, que para nuestra interpretación esta fundamentada en el deseo de Carlota, y será este propio deseo quien arrojará al protagonista hacia la muerte, pero es el suicidio como la verdadera transgresión polidimensional, ya que el acto suicida, si tomamos en cuenta lo desarrollado en la primera y segunda parte, será el verdadero elemento transgresor, la fuerza que terminará por romper la pita que dejará volar el cometa (pasión) por los aires. Analicemos pues, entonces a manera de conclusión las dimensiones del suicidio del protagonista.







En la columna izquierda se encuentran establecidas ciertas instituciones sociales, que aun hoy se puede encontrar presentes en sociedades modernas. Sin embargo, y aunque esté demás decirlo, habría que tener presente el año fechado de las cartas, para un verdadero juicio sobre la magnitud de la transgresión. En la columna derecha se encuentran establecidos lo que para estas instituciones vendría a representar el suicidio de Werther. Lo religioso, que esta representado como Pecado, que a la también puede estar representando por la naturaleza y lo antinatural como su antípoda. El final de la novela es un claro ejemplo, pues el cuerpo de Werthe no fue enterrado en campo santo, una practica común en aquellos tiempos, que a los suicidas no se les estaba permitido ser enterrados en cementerios. El funeral mismo, es un claro ejemplo del desprecio que muestra la religión hacia los suicidas: “Werther fue conducido por jornalero al lugar de su sepultura; no le acompañó ningún sacerdote” (174).


Con respecto a lo ético, ya se mencionó lo relacionado a las tentativas de Alberto al confrontar las ideas de Werther con respecto al suicidio. En este nivel también podríamos relacionar lo ético — moral con lo jurídico – político. No olvidemos las instrucciones que el protagonista da a su amigo Guillermo, con respecto a algunos asuntos pendientes en el plano legal, y en especial a lo referido a su madre.


Ahora bien, el acto de libertad, tomado como algo normal, no transgresivo en Werther, seria el punto mas debatible de aquel cuadro, que indudablemente puede variar, pero creemos que en este caso, efectivamente es un acto de libertad en el protagonista: “Muchas veces me encuentro en este caso: querría abrirme una vena que me proporcionase la libertad eterna” (103) pero no creemos que aquel acto haya sido un acto normal, y no transgresivo, esto último porque como lo hemos venido mencionando en la segunda parte de este ensayo, las pasiones no se encuentran totalmente sueltas, ya que ellas aun se encuentran atadas por la razón, y es el suicidio de Werther es el verdadero elemento transgresor romántico. Las dudas que presenta lo demuestran.




Levantar el velo y seguir adelante: esto es todo… ¿por qué asustarse?, ¿por qué dudar? ¿Acaso porque se ignore lo que hay más allá, porque no se vuelve, o más bien porque es propio de nuestra naturaleza suponer que todo es confusión y tinieblas en lo desconocido? (143).




Las dudas y el miedo despojan la idea del suicidio o del acto de libertad como algo normal, cierto que luego iniciara lo que se conocerá como una fiebre, y lo que aparentemente vendría a ser el suicidio por amor, que desde nuestro punto de vista vendría a ser el deseo de Carlota, por mantener la situación social en la que se encuentra, recordemos su matrimonio con Alberto. Pero estas dudas vendrían a representar el punto exacto en que surge la transgresión polidimensional, la cual es en realidad, es el verdadero elemento romántico en la novela de Goethe.












Bibliografía




* Andrés Ramón


2003 Historia del suicidio en occidente Península, S.A. Barcelona.




* D’Angelo, Paolo


1999 La estética del Romanticismo Ediciones Visor, Madrid.




* Goethe, Johann Wolfgang


1984 Fausto Oveja Negra. Bogota.


1969 Las cuitas del joven Werther Salvat Editores S. A. Navarra.



* Lacan J.

1949 El Estadio del Espejo como formador...; Escritos I; Ed. Siglo XXI.




* Žižek Slavoj


2000 Mirando al sesgo: una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular Ed. Paidós. Buenos Aires.













1 Paolo Di Angelo sostiene que en Alemania el romanticismo y el clasicismo tuvieron estimulos continuos, a pesar de que las relaciones personales no fueron siempre fluidaz entre los romanticos y Goethe ni con Schiller. Y que a pesar de que en Italia y Francia se consideraba a Goethe y a Schiller como románticos, el autor sostiene, que es imporante afirmar que ambos no pertenecierón al movimiento romántico alemán y que tampoco compartierón sus posiciones teóricas sino, antes bien, las criticaron. (35, 1999)





2 Para mayor información revisar: Historia del suicidio en occidente de Andrés Ramón.



3 La cita es tomada de Andrés Ramón Historia del suicidio en occidente Península, S.A. Barcelona 2003.





1 comentarios:

O. dijo...

Gracias por esta excelente investigación, me alegra saber que hay personas con mis mismas inquietudes. Un saludo!